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31 mar 2011

Intermezzo

Hace mucho tiempo escribí estas líneas para la chica de la cual estuve enamorado por mucho tiempo, ahora es cosa del pasado, pero vale la pena recordar aquellos bellos momentos, es momento de compartir este pequeño verso con todos ustedes:


Para Gabriela.

A media voz pronuncie tu nombre: Gabriela, y ella era una princesa de un cuento de las mil y una noches de mi existencia. Digo tu nombre y lo repito con todo el silencio de la noche y estoy seguro de que el sol saldrá.
En algún sitio mi voz sobreviviente llama, te necesita, sin embargo, solo obtengo tu iluminado silencio.
¡Dulce niña que no quieres hombre sino poesía! Pero así es la vida...

Hora de ocaso, amor infinito, ojos tristes, sueño profundo, beso discreto, tiempo contado, remolino de ideas, alegre niña que no desea mas que el sol, la luna y las estrellas... Tú, única solución para mi corazón.
Y tantas historias sobre ti que a veces no sé si eres real... tú, Gabriela, clavo y canela, que siendo un alma bella y joven, cálida, sensitiva y amorosa, te juzgaste mármol, piedra y eras carne viva.

Cortaste de un jardín todas las rosas, y las rosas aún dejan su fragancia, una fragancia de melancolía...
Y Gabriela, una niña que en sus ojos bellos y sin nadie, se asomaba a los mios para comprender el alma vagabunda de un poeta.
Y mi piano, siempre triste, toca un Claro de Luna, y la luna, que es tuya, ilumina tu rostro, ¡que ternura de luz ensimismada!
Y creelo, mi sueño... ver a una niña que llora una lágrima de amor.

Gonzalo Antonio Perdomo Martínez.

3 feb 2011

Literatura, La Biblia Negra 2, Diego Hernández Colín

parte 1
(...) Ahora empezaba a recordar todo lo que en la noche pensaba, con los ojos abiertos, caminando por las calles de la ciudad durmiente. Recordaba cuando bajaba por la ventana y sólo empezaba a caminar. Era como si el cuerpo estuviera en automático mientras las ideas empezaban a brotar por el cerebro; sólo las rumiaba. Recordaba porqué decidí hacer aquellas esas excursiones nocturnas: Al dormir me convertía en otro Yo, un monstruo buscando el momento oportuno para conquistar mi Yo Cotidiano y gobernarlo mientras dormía. Era un monstruo que lo sabía todo y tenía las respuestas a todas las preguntas, las soluciones a todos los problemas y todas las agallas para impulsarme a hacerlo. Y no me gustaba sentirme desbaratado por esa fuerza desconocida con la que me identificaba tanto. En el sueño era poseedor de una sabiduría absoluta que desaparecía cuando mis párpados se despegaban y volvía a ser Yo. El monstruo regresaba a la oscuridad y me levantaba de la cama sudando frío, con la chispa de angustia por no poder explicar lo que pasaba, me daba miedo el pensar que aquel monstruo algún día pudiese resistirse a esconderse al despertarme y mandar sobre mí.
Así que un día decidí no dejarme controlar, decidí no dormir. Por las noches me sumergía en libros tratando de no evocar a mi mente el cansancio físico o a aquel monstruo temido esperando a que cayese dormido para poseerme por unas horas para después marcharse dejándome con el vello  de todo el cuerpo erizado. Pero no funcionó. Al final quedaba sumergido en los libros convertidos al amanecer en manchas deformadas y líneas onduladas a causa del sudor empapado en las antiguas páginas. Un día decidí salir a caminar, no contaba con que sería toda la noche,  era de madrugada, pero no me sentía seguro al salir por la puerta, temía que el perro ladrara descontroladamente. Salí por la ventana, pensaba en volver dentro de diez minutos, tal vez quince como máximo. Me di cuenta que la brisa nocturna m mantenía despierto sin esfuerzo, entusiasmado caminé más de quince minutos, horas, corriendo al ver el cielo aclararse en tonos rojizos. Llegaría tarde  mis estudios, pero ¿Qué diablos importaba, si había descubierto para no volver a verle jamás?
Ese primer escape no fue planeado, pero el segundo tenía que ser perfecto. Llevaría comida para el viaje, agua, música, etc. Salí de mi ventana arrojando una mochila llena de cosas, cosas que sin darme cuenta sólo estorbarían. No me importaba, caminaba, comía y bebía con los audífonos del reproductor puestos a todo volumen. Pero poco a poco el peso de la mochila me obligó a sentarme en un banca del parque por el que había pasado hace pocos metros. De éso sólo recuerdo que me senté, “sólo por un momento” y desperté casi al amanecer. No sentía mis piernas y mi mochila había desaparecido. La tercera noche cargué únicamente una botella de agua.

Al no tener en que entretener mi mente, ésta empezó a bombardearme con ideas y recuerdos del día que se había consumido hace horas. Por primera vez ponía atención a todos mis pensamientos, podía analizarlos y jugar con ellos, creando una mezcla paralela a la realidad imaginado hechos absurdos. Sin darme cuenta a donde me dirigía, pasé horas jugando en mi imaginación, mezclando imágenes, sonidos, recuerdos, preguntándome si se referían a eso como soñar despierto. No había tiempo ni espacio, sólo eran ideas. Para cuando regresé al mundo real, me encontré en la puerta de mi casa. La crucé y volví a mi cuarto por la ventana. Faltaban cinco minutos para que sonara el despertador. Me quedé de pie en medio del cuarto dándome cuenta que no me sentía cansado. Era todo lo contrario. Me sentía repleto de una energía misteriosa que pulsaba por todo mi cuerpo al compás de mi corazón. Era tan fuerte que veía las venosidades de mis globos oculares pulsando como pequeños rayos luminosos rodeando mi campo de visión y dirigiéndose hacia el centro.

La ropa que llevaba estaba sucia de manera increíble. La escondí debajo de mi cama, la lavaría después para que nadie sospechara. Salí de mi cuarto atravesando el pequeño pasillo que lo separaba del baño. A las cinco de la mañana no había actividad en mi casa y sólo rompían el silencio mis pisadas sordas. Me terminé de desnudar a oscuras y cuando encendí la bombilla eléctrica me percaté de mis pies enrojecidos y con una que otra ampolla. Pero no tenía sensibilidad. Todavía seguía embriagado por aquella experiencia extraordinaria. (...)

Economía, Desigualdad, Juan Carlos Mejía Ramirez.

Saludos, originalmente me había planteado escribir largo y tendido acerca de la desigualdad y la solución de acuerdo a la vertiente teórica (mainstream o heterodoxa) que se hiciera en términos de escuelas del pensamiento económico, sin embargo, debo admitir que el texto original fue sometido a tantas revisiones que al final se redujo a 0 renglones. Lo que ahora busco es replantearme todo el argumento y pronto publicar sobre el tema, pero en forma mucho más rigurosa, mientras tanto, dejo los vínculos que me llevaron a interesarme en escribir sobre el tema de la desigualdad.

El primero es un artículo de The Economist, presenta el argumento de Raghu Rajan sobre la desigualdad desde la idea de la debilidad de los trabajadores y una respuesta, o crítica, a tales argumentos.

El segundo es del mismo Rajan, una defensa, más extensa, de la primera idea.

¡Disfruten!

http://www.economist.com/node/17957107?story_id=17957107&fsrc=scn/tw/te/rss/pe

http://forums.chicagobooth.edu/faultlines?entry=29

25 ene 2011

Literatura, La Biblia Negra, Diego Hernández Colín

Agradecemos la colaboración de Diego Hernández Colín, autor de este texto que publicaremos por partes.


La Biblia Negra.

No había reaccionado hasta percibir el calor del sol en la cara. Vestido de negro, pensando si a la luz del día la ropa se mezclara con los oscuros pensamientos que tenía para poder pasar desapercibido para el mundo exterior, pues eso trataba de hacer. Trataba de estar en ningún lugar para que las ideas descabelladas y absurdas pudieran esclarecerse y poder dejar aquellas caminatas nocturnas, o volverse nebulosas y seguir siendo una criatura nocturna por un tiempo indefinido.
Realmente no tenía idea de lo que hacía en las noches. Simplemente esperaba a que todas la luces se apagaran para escapar furtivamente por las ventanas de aquel cuarto que muchas veces las hacía de dormitorio, de confesionario y muchas otras de celda reclusoria, pero no para el cuerpo, pues era demasiado acogedor, sino para la esencia, la forma, el alma que pedía a gritos ser escuchada aunque fuera sólo un momento. Y cada vez que salía el cuerpo, durante el día, el alma permanecía encerrada entre esas cuatro paredes tratando en esfuerzos vanos escapar ante la opresión infinita que le provocaba el nostálgico brote de recuerdos que ahí se manifestaba, pues aquél cuarto era muy cómodo para el cuerpo y sollozando pedía una pizca de piedad que jamás se le concedió. Cuando regresaba el cuerpo a ese lugar, el alma lo esperaba con una furia gigantesca y con un aberrante reproche por olvidarla ahí, consumiéndose de tristeza y soledad.
Lo único que el cuerpo daba como tributo por haber faltado así a su esencia eran las largas caminatas nocturnas en las que el alma gobernaba cada centímetro del cuerpo y éste sólo se dejaba guiar dócilmente mientras trataba de descansar a pulsos monótonos de los pasos que él no controlaba. Aquella noche, sin embargo, no había salido este trance en aquel cuarto, sino acariciado por los rayos del disco solar, que odiaba todas mañanas cuando despedazaba la noche, todas las tardes por brillar para todos, sin discriminar y por pensar que podía despertar la belleza de las cosas más simples con sólo reflejar esa cálida luz que manaba de él. No sabía donde estaba, pues no había sido consciente de sus acciones hasta despertar, pero no fue esto lo que me sorprendió más, fue esto: estuviera donde estuviera, no me importaba porque, por primera vez en mi vida, el cuerpo se sintió libre. (...)
parte 2

21 ene 2011

Querido extraño, es hora de presentarnos...

Somos dos extraños comunes, dos simples individuos en un mundo que cautiva, y engaña a la vez que humaniza.

Nuestro teatro no pretende ser el culmen de la tragedia y la comedia, pues tal es una ambición que corresponde al reino de lo infinito, simplemente pretendemos reflejar en cada acto nuestras vivencias, ante cada faceta vivida dentro de la comedia humana.

La obras no nos serán exclusivas, sino que el espectador podrá participar con su propio guión, y juntos aportar un poco de locura a un mundo que tiene bastante pero no suficiente.
La entrada a este teatro a todos costará la razón, ya que buscaremos adquirir un nuevo conocimiento en cada guión presentado. Seamos creativos con nosotros mismos.

El arte por el arte, la ciencia por la ciencia, la locura por la locura.
¡Hagamos teatro!

Juan Carlos Mejía Ramirez.
Gonzalo Antonio Perdomo Martínez.